domingo, 12 de abril de 2009


Domingo de viaje. Domingo de caña. Miro por la ventana como pasan los campos y pueblos, típica toma de película. La serie de Hulk setentera debe tener por lo menos diez de ésas.



"No creo que haya sido casualidad..."

Me acuerdo de Pichilemu. El olor a bosta de caballo, a mar y a viento frío. Me acuerdo de los almuerzos con boleros de fondo, el olor a sopa en invierno y el frío en la laguna del Perro, pescando pejerreyes con mi viejo por horas. El olor a cuero del bar, los tragos que quería tomar y ahora me sobran, el dominó y los cachos. La menta con mi abuelo en el bar que ahora es banco, cómo recogía la caca seca de caballo del cemento y el asco que me daba. Las vueltas en las cabritas, los juegos en los bancos de arena y los colmillos de Punta de Lobos. La sal de Cahuil y el almuerzo en La Gloria. Caminar el pueblo completo en una tarde para llegar al anochecer a la rueda de Chicago, en esos juegos que se ponían en el hoyo que forman las colinas. Tirar piedras por las líneas de tren abandonadas y reírse de los Juan y Ana se aman marcados en las rocas y durmientes.

No paro ahí. Los caminos de tierra roja, el Legend de Bob Marley, Hot Legs de Rod Stewart y el Journeyman de Eric Clapton. En cassette, obvio. Creo que ví las tres guerras de las galaxias allá. Que agrado cuando encementaron el camino, pero para ese tiempo Pichilemu ya no era lo mismo. Sonaba más a lugar de tomatera que a refugio de niñez.

-Fuiste a Pichilemu?
-Sí.
-Y qué hiciste?
-Nada.

Hasta ahora, nunca he entrado a una disco ni a un bar a huevear. Creo que se le iría la magia. Esa magia que ahora es paraíso de surferos, "gente" que basurea las playas, cosechadores de marihuana y otros que van a hacer nada, como yo. Cuando uno es chico no cacha esas cosas. Uno anda preocupado de los cortes de los árboles de la plaza, del palacio que está a su lado, de pedir doscientos pesos para jugar flipper y para el centella, y por la noche la única cosa que queda por hacer es contar las luces de los autos que llegan por la carretera.

Se acaba la canción.

Algunas veces, llegar a Santiago es morir.


Nano Stern
Teatro Oriente
31 de mayo, $4 a 8 mil.

Por Nito